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QUID PRO QUO por Dida (relato erótico Nº21)

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Me acabo de acariciar pensando en ti.
En mi cama, justo en el momento de duermevela, en ese instante en que comienzas a perder la consciencia de las cosas. Me acordaba de la conversación que acababamos de tener y viniste a mi memoria, tierno y dulce. Siempre te he dicho que un hombre tierno es lo más "hot" que puedas llegar a imaginar. Tú sólo sonríes cuando lo digo, un poco avergonzado. Pero tengo razón.
Lo he hecho sin prisas. Deteniendome en las sensaciones que producían mis dedos al recorrer mi piel, erizada por este nuevo frío. Mis dedos se han colado por debajo de mi pijama, han recorrido el filo de mis braguitas, rozándome apenas, haciendo durar la sensación y haciendo que lo deseara....que te deseara.
¿Recuerdas la primera vez que te dije que me había acariciado pensando en ti? Podía intuir tu cara de sorpresa a través de la línea telefónica. Me pediste que me explicara mejor. No estabas seguro que mi definición de "acariciar" fuera la misma que la tuya. Pero lo era. Me había masturbado hasta correrme pensando en ti. Casi no articulaste palabra cuando fui más explicita.

-Uffffff.- Esa fue tu única respuesta.

Me pediste detalles. Detalles que no te di. Todavía no. Las cosas no iban a ser tan sencillas.

-¿Quieres jugar?- Pregunté. De acuerdo, jugaremos.

Debiste pensar que estaba loca ¿no?. Pero me seguiste el juego. Siempre nos ha gustado jugar. Al día siguiente me preguntaste si te había vuelto a llevar a mi cama al irme a dormir. Te contesté que sí y comencé a explicarte todo lo que habíamos hecho en mi imaginación. Estaba acostada en mi cama, sólo con las braguitas puestas. Tú estabas tumbado a mi lado. A oscuras. Intuyéndonos solamente. Te acercabas a mí y me susurrabas al oído. Me pedías que me acariciara para ti. Querías oír como comenzaba a gemir por el placer que me provocaban mis dedos. Querías escuchar mis jadeos y cómo aumentaba el ritmo de mi respiración al llegar al orgasmo. Querías escuchar cómo pronunciaba tu nombre...deseándote. Lo querías todo pero sin tocarme. Sólo como espectador y ni siquiera eso porque a oscuras como estábamos sólo podrías notar mis movimientos en la cama, mis suspiros y quizá el roce de mis piernas contra las tuyas. Esa era mi fantasía.

-Dame detalles. ¿Cómo te acariciabas? Cuéntamelo todo.
-Quid pro quo- dije. Si quieres saber más tendrás que explicarme una historia a cambio de la mía. Esa es la regla del juego.

Te quedaste callado un segundo. pensando en qué debías hacer. Y me regalaste una fantasía que me excitó mucho más de lo que puedes llegar a imaginar.
Me describiste tumbada en mi cama, en braguitas, igual que en mi fantasía. Pero tú no estabas tumbado a mi lado. Estaba sola. Y comenzaba a recorrer mi cuerpo con mis manos. Rozándome mis pechos, deteniéndome en mis pezones, bajaba suavemente por mi vientre y volvía a subir. La punta de mis dedos apenas tocándome. Mis piernas se separaban inconscientemente. Mi espalda se arqueaba y mis caderas comenzaban a moverse en círculos anticipándose a lo que vendría. Humedecía mis labios con mi lengua, deseando que fuera tu boca la que lo hiciera. Pero estaba sola. Mis manos se detuvieron a la altura de mis caderas y cogí la tela de mis braguitas con mis pulgares. Empecé a deslizarlas muy lentamente, bajándolas por mis muslos. Notando cómo la temperatura refrescaba las zonas de piel recién descubiertas. Mi sexo húmedo sintió un escalofrío cuando las braguitas lo descubrieron completamente. Desnuda sobre las sábanas, con los ojos cerrados me concentraba en sentir, en sentirme. Mis dedos recorrían mis muslos haciendo círculos, cada vez más pequeños, acercándose a mi sexo, pero sin rozarlo. Subía por mis ingles y me detenía en mi pubis, volvía a continuar el recorrido bajando hacia el pliegue de mis labios....y paraba. Un dulce tormento. De repente abría mis piernas completamente exhibiendo mi sexo aunque nadie pudiera verlo. Me sentía mojada, excitada, deseando ser follada. Uno de mis dedos recorrió los labios de mi coño con brusquedad, tan solo para comprobar lo húmeda que estaba. Y lo estaba....y mucho. Pero lo haría lentamente, sin prisas. Comencé a suspirar. Mi respiración se iba haciendo más profunda y más continua. Mis caderas buscando mis dedos. Mi espalda arqueándose para facilitarme las caricias.
Pero ahí cambiaba tu historia. De repente me confesabas que no estaba sola. Que tú estabas en la puerta de mi habitación. Con la mano en el pomo sin atreverte a abrir. Pero lo hacías. Suave y silenciosamente para que no me percatara de nada. No querías que me detuviera porque sabías lo que estaba ocurriendo al otro lado de la puerta. Intuías el sexo, como un animal en celo. Te desnudaste en el pasillo, tirando la ropa por el suelo. Entreabrías la puerta y me mirabas. Desnuda sobre la cama, con los ojos cerrados y concentrada en mí, moviéndome dulcemente buscando el placer te excitó. Bueno, te excitó más de lo que ya estabas. En ese momento me dijiste que habrías saltado sobre mí para poseerme. Pero respiraste hondo e intentaste relajarte. No querías romper la magia. Te acercaste lentamente a la cama. En ese momento percibí tu presencia. Desnudo. Erecto. Deseándome. Mis ojos te miraban con sorpresa. Una mezcla de extrañeza y deseo. No dijiste ni una palabra. Sólo hiciste un gesto, llevándote el dedo índice a los labios, pidiéndome silencio, pidiendo que te guardara el secreto. Un secreto entre los dos.
Te tumbabas en la cama deslizándote a mi lado y dulcemente apartabas mi mano de mi sexo, que se había quedado allí detenida al ver cómo se abría la puerta. Como si me hubieran pillado haciendo una travesura y no hubiera sabido cómo excusarme. Sustituiste mis dedos por los tuyos. Los humedeciste con mi néctar y empezaste a acariciarme. Te inclinaste sobre mí para besarme. Un beso inocente... hasta que dejó de serlo. Tu lengua recorrió mi boca despacio, introduciéndose y jugando con mi lengua, mordisqueabas mi labio inferior. Me chupabas, me mordías, me lamías mientras con tus dedos recorrías mi coño, mojándome por completo. Buscaste la entrada de mi sexo y me penetraste con dos de tus dedos. No pude evitar dejar escapar un gemido. Tu pulgar jugaba con mi clítoris, rodeándolo, apretándolo. Dejabas de penetrarme para poder pellizcarme suavemente los labios de mi vagina, estirando de ellos, jugando con ellos. Volvías a penetrarme con ansia. Jadeando pronunciaba tu nombre. Te pedía que no pararas. Que nunca pararas. Mis caderas se movían al ritmo que tú marcabas. Si te detenías te buscaba. Gimiendo de placer. Mis manos aferrando la tuya pero sin guiarla. No te hacía falta maestro. Sentía como estaba a punto de llegar. Me abandonaba a ti. Mis caderas se movían con pequeñas convulsiones. Mi espalda arqueada para sentirte aún más adentro. El sonido de mi orgasmo llenó la habitación flotando en el aire. Exhausta. Agotada. Jadeante. Besaste mis labios justo después de que me corriera. Tus dedos aún jugueteando con mi sexo pero dulcemente porque sabías que en ese momento el límite entre el placer y el dolor es muy frágil. Retiraste tus dedos de mi y los acercaste a tus labios. Los lamiste mientras me mirabas fijamente.

-Me encanta tu sabor. Me encantas.

Me abrazaste dejando que me abandonara al sueño. Notándome protegida por tu calor.
Ahí acababa tu relato. Me dejaste sin palabras. Habías hecho que te deseara. Que imaginara esa escena y que quisiera que fuera real. Aún sigo recordándola a veces....sobre todo cuando me voy a dormir.

-¿Quieres que te explique otra fantasía?- dijiste.
-Claro cariño.
-Quid pro quo nena, quid pro quo.

Para Eroes

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial, me ha parecido muy original en su forma de relatarlo
y muy excitante

Anónimo dijo...

Me parece una lastima que tu relato no esté entre los finalista, yo personalmente lo voté, me encantó el toque canalla y complice que hay entre los protagonistas, así que felicidades.

Yurena

Anónimo dijo...

buenisimo, para mi el numero uno.

 
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