1

LA JARDINERA por Dai (relato erótico Nº19)

Cuando te vi por primera vez estabas sentada en una cafetería del Paseo Marítimo y lo primero que me llamó la atención fueron tus braguitas amarillas y pequeñas saliendo por encima de tu falda roja larga.

Alguien nos presentó y noté tu mirada examinándome detenida y disimuladamente, de arriba a abajo.

Mas tarde caminamos juntos un trecho, en dirección a casa. Al despedirnos me sorprendiste con tu pregunta disparada a bocajarro y sin aviso: -"te gusto, ¿verdad?"-. Me puse colorado y, a pesar de la penumbra de la calle, me pareció que te dabas cuenta cuando sonreíste al ver mi gesto de desconcierto.

Después todo ocurrió muy rápido, visto y no visto. Sin dejar de mirarme a los ojos pusiste la mano encima de mi pantalón, en el lugar que me define como macho, y frotaste mientras notabas cómo lo que había debajo se iba endureciendo.

Tardé un poco en reaccionar y eso te dio tiempo para bajarme la cremallera y meter la mano dentro. Entonces me disparé yo, mi mano directa a tu retaguardia y la lengua buscando la tuya. Te sentaste en una jardinera, te levantaste la falda dejando al descubierto las bragas que sirvieron para que me fijara en ti y tardaste menos de una fracción de segundo en quitártelas, coger mi cabeza y llevar mi boca ahí donde querías sentirla, el lugar que hasta hacía un momento había estado cubierto por la pieza que acababas de sacarte... Quedaba claro lo que deseabas exactamente.

Me esmeré tanto como pude, descubriendo tus secretos con la lengua y gustando de tus sabores mas íntimos mientras sentía tus jugos corriendo por mi barbilla, y sin tener tiempo de pensar en que tus gemidos, gritos casi, podrían atraer la atención de algún viandante.

Gozaste muy rápido, en una explosión que arrancó aún mas gemidos y mas líquidos y entonces, más inesperadamente que al principio aún, saliste corriendo y me dejaste solo, mojado, excitadísimo y sin mas compañía que las bragas colgando de un arbusto en la jardinera donde habías estado sentada.

Esa noche gocé yo también en un acto solitario en el mismo lugar donde habías estado tu, oliendo la pieza que me recordaba aquellos misterios que casi no pude disfrutar y que me dejaron un recuerdo agridulce que habría de durar el resto de mi vida.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

ah ..
vaya final

 
Subir